Una de las malas costumbres que tenemos en cuanto a la relación que tenemos con nuestro plato de comida es que lo calificamos antes de probarlo. Si estamos en un restaurant, lo calificamos desde que está en la lista de menús. ¿Cómo hacemos esto? muy sencillo, y a veces, de forma automática, lo que es más peligroso todavía. Inmediatamente, si estamos a dieta, vemos un pastel y decretamos: "me va a engordar, pero que importa, es delicioso", "pura gordura" (referido a algún tipo de plato), esa comida es "veneno pero que importa", y cosas como esa.
Lo que no sabemos, es que cuando hacemos este tipo de afirmaciones sobre nuestros alimentos, nuestro cerebro interpreta, y procesa el alimento, de acuerdo a lo que nosotros le decimos que "es". Es decir, si le decimos que el alimento "es veneno", nos hará daño. Si le decimos que "me engorda" nos engordará.
Muchas personas no darían crédito a lo que menciono. Pero, ¿alguien realmente se ha puesto a pensar si existe una relación entre lo que pensamos de la comida y lo que ésta realmente es?
Generalmente nadie lo piensa. Piensan que comer sano es ir con un nutriólogo para que nos haga una dieta de cosas incomibles que no incluimos en nuestra dieta de forma normal, o que se trata de comer más verdura y, en algunos casos, volverse vegetariano.
Esto no está mal. Lo que está mal es que no re programamos a nuestra mente, y consumimos la ensalada deseando el aderezo que nos dijo el nutriólogo que no podíamos agregarle por estar lleno de grasa, o nos comemos la verdura pensando que no hay otra cosa más que hacer, resignandonos a ello, lo que tampoco crea una relación positiva entre nosotros y nuestro alimento.
Ser vegano, por otro lado, si se hace de forma radical y no por salud o porque pensemos que esto nos ayudará de algún modo, también puede ser tomado como un blasón para dañar a los demás, y de paso, a nosotros mismos. Un día escuché a un vegetariano decir que "los carnívoros son pilas de cadáveres por todo eso que comen", comentario dicho, además, cargado de una gran aversión. Entonces, ¿ser vegetarianos nos faculta para decir cosas de esa naturaleza con respecto a las personas que nos rodean? Yo creo que no. ¿Ser vegetariano nos da permiso de pararnos frente a la gente y gritarles que están mal en su postura, y que además son enfermos (como he oído decirlo a muchos vegetarianos)? Creo que, si esto genera esa clase de pensamientos y energía de violencia y aversión, tampoco es algo bueno.
Entonces, ¿qué es lo que realmente deberíamos hacer? Simplemente, si hemos decidido incluir en nuestra dieta más verduras, hacerlo porque realmente pensamos que es algo muy sano para nosotros, y si decidimos tomar la opinión de un profesional que nos re eduque y nos enseñe a comer, realmente tomar esta re educación con alegría y con entusiasmo, confiando en que estamos en buenas manos y que seguramente las acciones que tomaremos con respecto a nuestra dieta solamente redundarán en nuestro beneficio.
Si decidimos volvernos vegetarianos, pensar que es por nuestra salud, sin que esto genere pensamientos negativos hacia los carnívoros que nos rodean, que seguramente son muchos, y cuya dieta proviene de la educación que han recibido.
Es decir, que nuestra relación con nuestro plato de comida sea siempre una relación armoniosa y pacífica, y si decidimos comernos un pie cuando estamos a dieta, tomar un camino un poco más largo para caminar un poco más y poder quemar las calorías que seguramente excedimos. Evitar, en lo más posible, este auto sabotaje que no nos permite llegar a nuestros objetivos, que seguramente siempre serán ser más saludables de lo que somos.
Alimentarnos según el amor que tenemos por nuestra persona. Porque lo que le damos a nuestro cuerpo también puede dañarlo o sanarlo, según sea nuestra intención. Y este cuerpo que tenemos, seguramente, es maravilloso simplemente porque nos permite ser quienes somos. Así que agradezcamosle acompañarnos en esta aventura de vivir amándole más y alimentándolo en armonía con nuestros pensamientos, siempre llenos de paz y amor hacia aquello que ha llegado a nuestro plato, ya que, como me decía mamá cuando era niña, "no todas las personas tienen, muchas veces, que comer". Y nosotros, por fortuna, si tenemos.
Namasté.